Skip to main content

Más Mieles

Cerrar la brecha de género en el emprendimiento no es solo un desafío para las mujeres: es una responsabilidad colectiva que exige compromisos concretos. No bastan las buenas intenciones; se necesita un marco institucional sólido que elimine barreras, garantice acceso real a recursos y promueva políticas de corresponsabilidad. Pero también requiere un cambio cultural: que las familias, las empresas y la sociedad reconozcan el valor de las emprendedoras no como excepciones, sino como protagonistas naturales de la economía

Si hablamos de mujeres empresarias seguramente te vienen a la cabeza varios nombres. Hay muchos ejemplos en la comunidad emprendedora de Cuba de empresarias exitosas que se han convertido en referentes para hombres y mujeres de negocios de todo el país, y no solo en el sector privado. Sin embargo, factores culturales, económicos y estructurales hacen que las mujeres partan desde condiciones más desventajosas que los hombres para emprender.

En Cuba, solo el 25% de los dueños de empresas privadas son mujeres. Aunque existen ejemplos inspiradores, factores culturales, económicos y estructurales mantienen a las emprendedoras en desventaja. Este artículo analiza las causas de la brecha de género en el emprendimiento y propone acciones concretas para transformar lo que hoy es anecdótico en un motor indispensable de la economía cubana.

Los datos oficiales lo demuestran. El 25 % de los socios de micro, pequeñas y medianas empresas privadas (mipymes) son mujeres según las estadísticas del Ministerio de Economía y Planificación. Significa que apenas 1 de 4 dueños de empresas privadas son féminas.

Las mujeres titulares de licencias por cuenta propia (TCP) eran, hasta septiembre del año pasado, el 38 %, de acuerdo el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Sin embargo, la cifra podría estar inflada, pues la fuente incluye a todas las personas que eran titulares de licencias, incluso aquellos TCP que son empleados de otros TCP.

En el sector agropecuario la situación no es diferente. Según la data del Observatorio de Cuba de sobre Igualdad de Género, un proyecto de la FMC, la ONEI y el Centro de Estudios de la Mujer, en 2024 el 77 % de los propietarios y usufructuarios de tierras eran hombres y solo el 23 % féminas. Aunque el indicador crece un 0.6 % respecto al año precedente, la brecha de género es evidente entre las personas con derechos de propiedad, uso y disfrute de terrenos.

En el sector estatal, el indicador de mujeres en puestos directivos refleja mayor paridad. El 42.8 % de las mujeres ocupa una posición de liderazgo en esferas de decisión política, económica y social. Este panorama es consistente con las políticas públicas implementadas durante décadas para eliminar la discriminación, promover el rol de las féminas y reducir la brecha de género.

En el mundo la tendencia es similar. América Latina es la región con más mujeres propietarias de empresas, pero la mayoría son pequeñas y en actividades de menor valor agregado. Según el Reporte 2023/2024 de Global Entrepreneurship Monitor, países como México y Puerto Rico tienen los menores porcentajes de féminas empresarias (16.1 y 20 % respectivamente), mientras otros como Ecuador (33.4 %) y Chile (30.2 %) van a la vanguardia. De cualquier manera, se trata de una brecha global más o menos pronunciada según región y país.

Entonces surge la pregunta: ¿Por qué las mujeres son minoría como propietarias en el mundo de los negocios? La barrera cultural es clave para explicarlo. El estereotipo del empresario (hombre) exitoso está fuertemente arraigado, y esto condiciona a otros factores de tipo político, económico y social. Por ejemplo, según el Banco Mundial el 35 % de las mujeres empresarias en el mundo ha enfrentado prejuicios de género para acceder a financiamiento, y las que lo logran reciben un 5 % menos capital que sus homólogos masculinos. A su vez, la división sexual del trabajo implica una carga desproporcionada de trabajo no remunerado (labores domésticas y de cuidados) para las mujeres, que limita su tiempo para emprender.

Qué hacer para que haya más mujeres empresarias

Cerrar la brecha de género en el emprendimiento no es solo un tema de justicia social, sino que es fundamental como estrategia potenciar la productividad, la innovación y el crecimiento. El PIB global podría crecer un 20 % si se cierra esta brecha según los cálculos del Banco Mundial. No existen esos datos o cálculos para Cuba, pero potenciar el empoderamiento femenino en los negocios traerá beneficios económicos y sociales indudables.

Cuba es un país que necesita más empresas de todos los tamaños y en todos los sectores de la economía. Es una economía restringida por la oferta, con una pronunciada escasez de bienes y servicios y donde el emprendimiento privado ha florecido en los últimos años por la apertura regulatoria. Las mujeres, y en general toda la fuerza de trabajo, tiene alta calificación comparada con otras economías de la región. Sin embargo, pese a la flexibilidad normativa de 2021 persisten desafíos estructurales y legales importantes.

Promover el desarrollo de mujeres propietarias requiere una estrategia integral que aborde tanto las barreras estructurales como las oportunidades concretas. Algunas líneas de acción incluyen, aunque no se limitan, a:

  • Acceso a financiamiento. Un problema clave para iniciar un negocio. Deben existir mecanismos de financiamiento específicos para mujeres, con condiciones más favorables como menores tasas de interés y garantías flexibles. Desde la banca cubana es posible diseñar y operacionalizar productos como microcréditos y créditos tanto en pesos cubanos como en divisas.
  • Capacitación y formación. Si es importante el financiamiento, el conocimiento para emprender también lo es. Los programas de preparación técnica en gestión empresarial (preparar planes de negocios, hacer estudios de mercado, evaluar financieramente una decisión…) fortalecen las capacidades de las mujeres y las preparan para enfrentar el desafiante contexto cubano. Instituciones como la FMC y universidades implementan este tipo de acciones, pero es importante más involucramiento de gobiernos locales y otras instituciones territoriales como las cámaras de comercio.
  • Aprovechamiento de los programas de la cooperación internacional en Cuba. Muchos de los programas y proyectos de las agencias de cooperación internacional con representación en Cuba priorizan la inclusión de mujeres en sus objetivos de trabajo. Agencias de la ONU como PNUD, FAO, UNFPA, ejecutan financiamiento junto a las autoridades cubanas para potenciar el empleo femenino, el acceso a microcréditos y emprendimientos liderados por mujeres en sectores estratégicos como la agricultura.
  • Más visibilidad. Difundir buenas prácticas de negocios exitosos en un sector o industria ayudaría a posicionar el rol de la mujer empresarial y a desmontar el mito del estereotipo masculino. Desde los medios y a través de las redes de apoyo de la comunidad emprendedora, comunicar buenos ejemplos alienta a otras mujeres a iniciar su camino como líderes de negocios.
  • Fomentar redes de apoyo. Desde la misma comunidad emprendedora se han organizado redes, eventos y programas donde se potencia la sororidad femenina en el mundo de los negocios. Desde mentorías hasta charlas motivacionales, los emprendedores dedican espacios para conectar.

Cerrar la brecha de género en el emprendimiento no es solo un desafío para las mujeres: es una responsabilidad colectiva que exige compromisos concretos. No bastan las buenas intenciones; se necesita un marco institucional sólido que elimine barreras, garantice acceso real a recursos y promueva políticas de corresponsabilidad. Pero también requiere un cambio cultural: que las familias, las empresas y la sociedad reconozcan el valor de las emprendedoras no como excepciones, sino como protagonistas naturales de la economía.

El camino de las cubanas emprendedoras no debe ser visto como una excepción, sino como una fuerza indispensable para el desarrollo económico de la isla. Lo que antes parecía un fenómeno aislado hoy se consolida como un pilar transformador. Cuando las mujeres avanzan, la economía también lo hace. Y en una Cuba que necesita reinventarse, su éxito no es opcional, sino imprescindible.

(…) El 35% de las mujeres empresarias en el mundo enfrenta prejuicios de género para acceder a financiamiento, y las que lo logran reciben un 5% menos capital que sus homólogos masculinos.

te brindamos

Más Mieles